B.Y. tiene 50 años. Es una de nuestras primeras pacientes. En su último seguimiento mensual, aparece puntual, bien vestida y y arreglada, con su sonrisa permanente y el pelo recogido. Es una de las muchas liberianas que todavía sufren las consecuencias de la guerra y del brote de Ébola, y está también afectada por la esquizofrenia.

M. K. tiene 25 años. Vive en el caótico centro de Monrovia, con su madre y su hijo de 8 años. Ha vivido en las calles desde que abandonó la casa familiar, a los 13 años, y se vio obligada a ejercer la prostitución para sobrevivir. En los ambientes de marginalidad sufrió enfermedades de transmisión sexual y sufrió adicción a las drogas.