Sor Clotilde, Hermana Hospitalaria

17 Ene 2024 Sor Clotilde: “La guerra en Liberia redujo nuestro centro a cenizas, pero como el Ave Fénix resurgimos y continuamos nuestra labor”

Sor Clotilde, una de las hermanas pioneras de la misión hospitalaria en Liberia, nos cuenta su historia en África, marcada por el esfuerzo, la cooperación, la fe y la guerra.

“Me llamo Sor Clotilde de María Elvira. Nací en Madrid el año 1934, de padres profundamente cristianos. Siempre he pensado que después de Dios, mi tía Leonor, hermana de mi padre, influyó bastante en mí. Cuando nos escribía decía que “deseaba tener alguna sobrina que le siguiera a ella en la vida religiosa”.  Y al fin sentí que Dios me llamaba y tomé la decisión.

Inicio de la vida hospitalaria

Entré en la Congregación de Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús el año 1959 en Ciempozuelos, nuestra casa madre. Allí realicé el postulantado y noviciado. En estos años de formación, profundicé en el conocimiento de Jesús y nuestros Fundadores, y estuve en contacto con los enfermos mentales, lo que afianzó mi vocación y me enseñó lo que Dios pedía de mí: dar mi vida en el seguimiento de Jesús a ejemplo de nuestros Fundadores, que lo arriesgaron todo por atender al pobre y necesitado.

En 1961 hice mi primera profesión y al año siguiente fui destinada a Inglaterra. Desde esos inicios he pasado por las comunidades de Londres, Addlestone, Liberia y Shenstone, donde me encuentro en la actualidad.

Misiones en África

Después de un año de mi Profesión Perpetua, el año 1966 fui destinada a una nueva fundación en Liberia (África), destino que me causó sorpresa, ya que nunca había soñado con misiones, pero que acogí como don y gracia de Dios.

El 2 de diciembre de 1966 fue el día señalado para nuestra partida desde el puerto de Liverpool. Sin embargo, no pudimos partir ese día porque el mar estaba picado. Dios en su Providencia tenía dispuesto iniciáramos nuestro viaje el día 3, festividad de San Francisco Javier, patrono de las misiones.

Llegamos al Free Port de Monrovia el día 11 de diciembre a primeras horas de la tarde. El orfanato contaba con unos cuarenta niños comprendidos en la edad de meses a quince años, entre los que se encontraba un pequeño grupo con minusvalías físicas causadas por la polio. Su ubicación no estaba muy distante de la capital (Monrovia) pero sí internado en el bosque,  por lo que cuando llegamos  me vino a la mente lo que dijo San Benito Menni a María Josefa y María Angustias a su llegada a la casita que les tenía preparada: “Hijas mías, aquí es donde vais a vivir, despreocupadas de todo lo terreno y recogiditas”. RMA 105.

La pequeña subvención del Gobierno para la manutención de los niños no era suficiente. El centro carecía de provisiones para la alimentación de los niños, higiene, ropa y otros enseres necesarios para su funcionamiento, por lo que comenzamos a dar a conocer nuestra misión y a conseguir algunas ayudas. Los supermercados nos ayudaban con pan y toda clase de alimentos de corta caducidad; otros almacenes, con sacos de arroz y cajas de pescado, el alimento básico del país. Además, contábamos con el apoyo de la Congregación, en particular de nuestra Provincia Inglesa que estaba muy ilusionada con la apertura de nuestras primeras presencias en África.

También debíamos velar por la educación de los niños. El centro tenía una maestra de educación primaria, pero los mayores no podían continuar su educación, por lo que contactamos con dos colegios católicos: St. Patrick de los Hermanos de la Cruz para niños, y Franciscan Missionaries of Mary (FMM) para niñas.

“La guerra redujo nuestro centro a cenizas, pero como el Ave Fénix resurgimos y continuamos ayudando a los más necesitados.”

Pero nuestra labor no terminaba ahí: debíamos ayudar a los que sufrían minusvalías físicas, ya que en el país no había médicos ortopédicos. Expusimos la necesidad al St. Mary’s Orthopedic Hospital en Londres, que comenzó a hacerse cargo de las operaciones y tratamiento de los niños. Sin embargo, la demanda seguía creciendo, por lo que se incorporó a nuestro equipo un doctor ortopédico y empezamos a formar personal nativo en Ortopedia y Fisioterapia para que la rehabilitación de los niños fuera buena y pudieran ser reinsertados en la sociedad.

Continuamos trabajando en esta labor hasta los años ochenta,  cuando el Gobierno, por medio de la Seguridad Social,  nos informó que había dos organizaciones interesadas en comenzar a trabajar en la zona: SOS Children Villages para asistir a niños huérfanos Y Leonard Shechire Homes para los niños con minusvalías mentales.

La vida del misionero también requiere dejar actividades que otros pueden cubrir y atender a otras obras sociales que no están cubiertas, y por eso centramos nuestra labor en los deficientes físicos, ya que no existía ningún programa en el país para esta necesidad. Dios nos estaba llamando a esto, por lo que tras recibir el beneplácito de la Congregación, decidimos edificar un nuevo centro en una zona cercana a los hospitales donde los niños serian tratados y formamos a más personal de rehabilitación.

A finales de 1988 se llevó a cabo el traslado del centro y comunidad a Paynesville, a las afueras de Monrovia, donde llegaban niños de todos los puntos del país para ser tratados por el doctor Robert Kpoto, especializado en Ortopedia por la Universidad de Oxford (Inglaterra). Gracias a nuestro trabajo y a la ayuda de la fundación holandesa Lilian Fonds for Children with Dissabilities, llegamos a tener un total de cuarenta internos con diferentes afecciones de minusvalía. El gozo que sentíamos al ver el júbilo de los niños que jugaban en el jardín era inmenso. Algunos de ellos hasta practicaban fútbol, algo que era impensable meses antes. ¡Lo que se consiguió fue increíble!

El resurgir tras la guerra

Esta época de tanta dicha se vio truncada con el inicio de los periodos de guerra civil del país (1989 -1996). El conflicto civil nos afectó en extremo, nuestra área estaba siendo muy afectada y atacada por ambas partes. En estas circunstancias era difícil tomar una decisión, pero no podíamos continuar bajo ese peligro para los niños y nosotras. Por lo que, después de dejar a los niños en lugar seguro y bien atendidos, abandonamos la nación. Las noticias que nos llegaban eran terribles, recuerdo el gran dolor que sentimos al enterarnos que nuestro centro había sido muy dañado y que la residencia de la comunidad estaba reducida a cenizas. Después de tantos años de trabajo nos encontramos ante la tesitura de qué hacer con miras al futuro de la misión en Liberia.

Como el Ave Fénix resurgimos de las cenizas, regresamos y continuamos con nuestra labor de rehabilitar cuerpos y espíritus en un momento en el que era más necesario que nunca. Las personas estaban muy afectadas y necesitaban el consuelo y la esperanza de la Hermana Hospitalaria.

Sin embargo, cuando todo parecía volver a su cauce, nuestra misión sufrió otro revés. En el año 2010 nuestro ortopédico sufrió un accidente de carretera del cual no se rehabilitó lo suficiente para continuar con su trabajo. Sin el doctor nuestra misión no podía continuar por lo que el centro se cerró a esta actividad.

A partir de este momento comienza una nueva etapa que continúa en la actualidad, destinada a la salud mental, trabajando en la rehabilitación y reinserción de mujeres en la sociedad, la actividad más fuerte dentro del carisma de la Hospitalidad.

 

 

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